FERNANDO CEVALLOS DE LEÓN Y EL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO TORANCÉS

    Fernando Cevallos de León (Madrid, 1887-Santander, 1955) fue un notable fotógrafo autodidacta de origen carredano [1]  que durante las dos primeras décadas del siglo XX se dedicó, en compañía de su coche y su cámara, a recorrer la mayor parte de Cantabria —básicamente aquellos lugares donde podía llegar un vehículo a motor— con el loable propósito de documentar y tomar imágenes de su rico patrimonio arquitectónico y artístico, tanto civil como religioso, que en muchos casos ya se encontraba en un lamentable estado de conservación.
    En el año 2020, coincidiendo con el centenario de su sonada exposición fotográfica en el Ateneo de Santander, el Centro de Estudios Montañeses y la Federación ACANTO, publicaron un soberbio libro, donde se recogen sus famosos cuatro álbumes de arte montañés, fruto de su encomiable labor gráfica. Dicha publicación dispone de una magistral introducción de dos veteranos defensores del patrimonio material e inmaterial cántabro, Francisco Gutiérrez Díaz y Virgilio Fernández Acebo, en la que, en no muchos párrafos, nos cuentan lo fundamental que hay que saber de este olvidado prócer de nuestra cultura. «La principal obra —dicen estos— de Fernando Cevallos de León, La Montaña Artística y Monumental, está formada por cuatro álbumes compuestos con hojas de cartulina encuadernadas a las que adhería en ambas caras las fotografías y rótulos mecanografiados que las identificaban. [...] Los ejemplares propiedad del Centro de Estudios Montañeses, adquiridos por este a mediados del siglo XX, contienen un total de 376 fotografías tomadas en 106 poblaciones de Cantabria. La institución posee también los negativos en cristal de las mismas y los de otras tomas afines, alcanzando una cifra de 461 numerados y varios más carentes de numeración».
    Esta colección estaba estructurada en cuatro álbumes, que el autor llamaba «libros», estando los dos primeros dedicados a la arquitectura civil y los dos últimos a la sacra. En ellos se recogen imágenes de torres, casonas y palacios solariegos, con sus portaladas, rollos, etc., de profundo sabor montañés; templos prerrománicos, góticos y barrocos, con vistas tanto de los exteriores como de los interiores. 
 
Casona en Villasevil.
 
    Circunscribiendo dicho catálogo al valle de Toranzo, hay que decir que Cevallos de León prestó una gran atención al mismo, fotografiando un considerable número de edificios, algunos de los cuales han desaparecido ya y otros se encuentran en una desastrosa situación. Si bien es cierto que dejó otros muchos merecedores de ser inmortalizados, pues el patrimonio constructivo torancés es enorme, los que atrajeron su interés conforman un muestrario de imágenes que hoy en día nos ayudan a estudiar mejor este legado en piedra.
    En Alceda tomó fotografías de la gran mayoría de los palacios y portaladas que allí se encuentran, como el de Bustamante-Rueda, el del marqués de Mercadal o la casona de Ruiz Bustamante (curiosamente no fotografió, que sepamos, la torre y portalada de Ceballos y la casa de Mora); en Castillo Pedroso lo hizo con el magnífico palacio montañés de Ruiz de Villegas; en Vejorís, una portalada; en Corvera, el palacio y portalada de Bustamante Villegas, y en San Vicente la casa solar de los Bustamante, situada a la vera de la carretera general. También se fijaría en varios edificios de este tipo en Vargas y Villasevil tristemente evaporados del paisaje, en los que más adelante nos centraremos.
    En el ámbito religioso tomó imágenes Cevallos de León del ábside de la iglesia románica de Santa Cecilia, en Villasevil, y varias del santuario del Soto. De Puente Viesgo nos legó una interesante vista del puente antiguo, el mejor y más importante que el valle tuvo durante varios siglos, hasta que quedara destruido en el verano de 1937 en el transcurso de la Guerra Civil.
 
Vista del puente antiguo de Puente Viesgo y el balneario.
 
    Volviendo al asunto de los edificios notables toranceses inmortalizados por nuestro fotógrafo que ya no existen, decir que fueron tres: dos en Vargas y uno en Villasevil. De los primeros, apuntar que se trataban de la casa de los Acosta, un imponente palacio construido gran parte de él con sillares y provisto de tres arcos en la fachada y dos escudos de armas, que denotaban la alcurnia de la morada. El otro era la llamada casa del Rivero, igualmente de gran porte, aunque no tenía el señorío de la anterior. En cuanto a la de Villasevil, ya muy deteriorada cuando fue captada por el objetivo de la cámara de Cevallos de León, aproximadamente allá por 1910-1915, poco sabemos de ella. El propio autor no supo identificarla, pues en la leyenda que escribió refiriéndose a la misma figuraba un escueto «Casona en Villasevil», sin más.
 
Vargas: casas de los Acosta  y del Rivero (desaparecidas).  
 

    Se trataba de una casona sobria, donde predominaban las líneas rectas, construida seguramente a finales del siglo XVII o principios del XVIII, pues su estilo corresponde a otros edificios similares datados certeramente es esa época. Estaba orienta al sur y su cubierta era a cuatro aguas. La fachada principal, rematada con un alero moldurado, fue toda ella construida con buena piedra de sillería, al igual que los dos muros cortafuegos. Los hastiales, como era habitual, serían armados con mampuestos y también recorrían sus remates a la altura del tejado sendas filas de sillares perfectamente labrados en forma de moldura, lo que le daba a la casona un aire más señorial si cabe.
    En la fachada principal, justo en su centro, había un escudo de armas, del cual no podemos dar más detalles, ya que la fotografía no lo permite, y dos arcos de medio punto sencillos, carentes de molduras y otras decoraciones, que daban entrada al soportal. De haber conocido las características de la pieza armera, sobremanera lo concerniente a las divisas allí labradas, podíamos saber la familia o linaje que la construyó y algún otro dato de interés.
    Adosada al edificio principal era visible, aún cuando se tomó la imagen, otra construcción, que bien podría haber sido la cuadra, hecha de mampostería.
    Hace tanto tiempo que esta soberbia casona desapareció del paisaje de Villasevil que casi ni memoria queda de ella. Aún así, algún dato podemos aportar. En primer lugar decir que se encontraba en un paraje o finca que todavía hoy en día se sigue llamando La Casona, topónimo que deja bien a las claras qué tipo de edificio hubo allí, situado en el barrio del Pozón, al lado de la carretera principal, lo que en su momento ayudó sin duda a que Fernando Cevallos de León se fijara en ella.
    Poco tiempo después de que el coche de nuestro fotógrafo parara en el camino real y este la inmortalizara, se debió de producir la venta del inmueble, siendo comprada por los antepasados de los actuales dueños de la finca. Según nos relata uno de ellos, parece ser que a cambio de los sillares y el escudo del viejo edificio, un contratista de aquella época propuso a los nuevos propietarios que, con los restos, les harían una nueva vivienda, que es la que hoy vemos aún en relativas buenas condiciones. El destino de las piedras y la antañona pieza armera fue la localidad de Villacarriedo. Cuestión será de investigar. También nos transmiten que personas ancianas del barrio contaban hace tiempo que, de jovencitas, recordaban haber hecho «funciones» en el amplio salón de la casona y que esta tenía una monumental escalera de piedra que comunicaba la planta baja y la segunda.
    ¿Cuándo y quiénes construyeron esta noble morada? ¿Qué linaje torancés la habitó? ¿Dónde fueron a parar sus piedras, incluido el escudo de armas? Son preguntas que requieren una investigación más paciente y profunda que algún día retomaremos. De momento quedémonos con la idea de que hubo un tiempo en que existió una casona de gran porte y blasonada en este pueblo de Villasevil, ya desaparecida hace más o menos un siglo, en la que vivieron personas que ocuparon el mismo espacio vital y respiraron el mismo aire que nosotros.

 [1] Era el hijo menor de una familia formada en Cuba por el indiano natural del valle de Carriedo Martín Cevallos Vélez y la criolla cubana Leocadia de León

Ramón Villegas López
Editor

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